martes, 4 de agosto de 2009

Uno… Dos… Un, dos, tres, VA.


Gente, hay que empezar.

Sí, sí... Bancá. Es que no sé cómo.

Para hablar pavadas tendré tiempo... Hay que entrar con algo intenso, místico si se puede.

Ahí va.

¿Empezar hablando de la muerte? No sé. Me da vendedor de seguros, detective forense, Crónica TV, doctor pesimista, funebrero optimista.

¿Empezar hablando de la vida? Buckay se sube alteradísimo los pantalones y le dice a Narosky “démosele a ese para que sepa quién manda acá”, Narosky traga y dice "Dale!". No da.

¿Y empezar hablando del más allá? No sólo es un tópico áspero y puramente especulativo, sino que es como sugerir que no hay nada para decir del más acá; es decir “ya lo entendí todo” o decir religiosamente “no lo entendí ni me importa”.

Empezar callándome parece prudente, dejaría un conveniente halo de misterio que bien puede encubrir la más brillante sapiencia como la más elaborada ignorancia. Hace un par de ratos se quejaba Zaratustra del que enturbiaba sus aguas para que parecieran profundas.

¿Cómo empezar entonces?

Dicen que el primer paso es admitir que tenés un problema… {hic} …pero Arjona me ha quitado las ganas de hablar del “problema”, junto con las ganas de prender la radio y las de vivir en general...

Bueh, volvimos al tema de la vida.

Es pegajoso como el tema del verano, sí, pero hay que hablarlo cada tanto, toquetearlo un poco, amasarlo, engrasarlo. No sé, me parece que hay que estar preparado al menos.

Nunca falta un interlocutor desconsiderado

o un dj cósmico y ansioso

que antes de lo esperado

va y nos cambia de tema.

5 comentarios: